Swift

Ya no estamos solos

Los dos días que Christophe no ha estado en casa han sido tremendamente tranquilos, la verdad. Decidimos repartirnos las tareas que nos había dejado de manera que el jueves fuese día de animales y el viernes de huerto. El miércoles lo usamos para adaptarnos y recuperar sueño como ya os conté.


La verdad es que ninguna de las tareas era difícil ni demasiado larga: limpiar el recinto de las cabras y arrancar algunas plantas muertas del huerto. El resto del día lo pasamos haciendo básicamente nada. Limpiar la zona de los animales se traduce literalmente en recoger sus cacas con una pala. Ni Sergio ni yo somos escrupulosos así que no nos dio grandes problemas aunque sí que se hizo pesado hacerlo bajo el sol (y eso que madrugamos todos los días para aprovechar el fresco mañanero).


El día de huerto fue penoso por mi parte. Sergio regó y quitó plantas muertas mientras yo me encargaba de recoger moras, objetivo en el que fracasé estrepitosamente en cuanto vi la cantidad de arañas y avispas que se acumulan en esos arbustos del demonio. Admitir una derrota es de valientes o eso dicen, y si no lo dice nadie pues lo digo yo. Alimentar bichos peludos y ocuparme de su caca, sin problema, pero estar en el campo llenándome de tierra y rodeada de insectos no es para mí, no no no. Cuando Christophe llegó y me preguntó por las moras se rió de mí, aunque supongo que por dentro estaba pensando « la inútil esta no me dura ni dos días aquí ».


Por la tarde nos llevaron a ver los lagos de la zona en bici y la verdad es que las vistas con el atardecer eran preciosas. Otra cosa no, pero la zona es verde y tranquila a más no poder. Después de haber vivido durante meses en un piso casi a pie de calle, volver a dormir en silencio está siendo un placer enorme. Lo que ya no me hace tanta gracia son los gallos cantando al amanecer pero bueno, de todo tiene que quejarse una.


Lo cierto es que estos días hemos sentido por primera vez lo extraño que es vivir en la casa de un desconocido. Hasta ahora daba la impresión de estar en un Airbnb en el que tienes que alimentar gatos en lugar de pagar, pero con el anfitrión dentro todo se vuelve raro ¿podemos echarnos la siesta? ¿Deberíamos estar haciendo algo en el jardín o podemos sentarnos en el sofá con el móvil? ¿Estaría bien andar en pijama por la casa? Vivimos aquí durante este periodo pero claro, bajo las normas de alguien a quien no conocemos. Lo bueno de la llegada del dueño es que se encarga él de cocinar y que volvemos a hablar francés que es a lo que hemos venido. Además se trajo a su hijo a pasar el fin de semana, el niño es apasionado de los Transformers y nos contó todas las películas durante la cena así que ¡a hacer oído se ha dicho!


Además, por lo que parece, ya no volveremos a estar solos porque mañana llega otr@ WorkAwayer. No sabemos quién ni de dónde ni cuánto tiempo viene, solo podemos desear que hable francés porque si no las dos semanas que nos quedan aquí no vamos a avanzar con el idioma. Mirad qué buena bloguera soy que os dejo con la tensión hasta el próximo post. Gracias por pasaros,


Estela.

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1 Comments

  1. Me está encantando tu blog! Espero que disfrutes mucho esta aventura y nos la sigas contando 😜

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